En anteriores entradas de mi blog he podido releer mis sensaciones y visión del mundo desde hace un par de años hasta hoy. Si entonces esta era pesimista, hoy en día es (muy a mi pesar) tan realista que me mata, me entristece profundamente, me deprime y no me deja vivir en paz. Ves que muchas chicas viven su día a día como si estuvieran haciendo un máster en prostitución, o se encierran en sus mundos de GH VIP y Mujeres y hombres y pollas en vinagre, y así huyen de la realidad que les rodea, de la gente que muere a kilómetros de ellas o del desastroso futuro que su propio país les depara. Los chicos, por otro lado, pasan el día hablando de fútbol, reggaeton y de mil maneras, a cada cual más descabellada, de como participar en los máster de prostitución de las chicas,a las que ya coleccionan como simples trofeos. Nada es de verdad. Ellos también lo saben.
Sí, en el anterior párrafo me dirijo a todxs aquellxs que se den por aludidxs. A lxs que no os identificáis con esto os doy las gracias por hacer del mundo una mierda de menor envergadura.
Me estoy volviendo loco gracias a mi vida diaria. El pasado puso su pequeño gran granito de arena, el presente lo hace cada día y el futuro... de este mejor ni hablar. La música a veces, comienza a quedarse corta para evadirme de esta puta realidad y eso hace que tenga que mirarla de frente y sufrirla. Tengo que apartar de mi lado a los que quiero, una tarea dura y difícil. Tengo que quedarme sólo junto a la gente que no me importa una mierda para encontrarme conmigo mismo, y así dejar de hacer daño y pedir perdón muchas menos veces de las que hoy en día acabo exigiéndome. No puedo pensar en chicas porque no quiero hacer ilusiones, ni a ellas ni a mi mismo y, sobre todo, porque no quiero seguir hiriéndolas. Cada relación que acaba es una espada más que yo mismo me clavo, y no tengo ganas de desangrarme.
Hoy escribo desde mi habitación, escuchando la banda sonora de El Pianista, discutiendo con una chica sobre si es o no una puta, con un alfiler en la boca y los ojos entornados, como los de cualquier crítico o columnista americano cegado por el humo de su cigarro y los efectos de su copa de Jim Bean. Ya se ha hecho de noche y es un sábado frío. Habrá que aprovecharlo tumbado en la cama, con cualquier vinilo de Simon and Garfunkel rodando bajo la aguja y haciendo más llevadera esta condena, que va durando más de 16 años.
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