sábado, 26 de septiembre de 2015

Nunca Jamás

La psicodelia de Los Planetas me trae hasta aquí, con esta sensación de querer escribir hasta que me sangren los dedos, hasta que no me quede nada que decir, hasta que el mundo se acabe y siga tan solo como ahora estoy.
Mientras suenan las canciones de mis paisanos, llaman a la puerta de mi habitación los fantasmas de mis ex novias. Yo abro, y entra Elena con sus ojos verdes grandes llenos de lágrimas; pasa Paloma sujetando las cuchillas de Candela, con el vestido granate que llevaba el mismo día que conocí a Judith. Y justo detrás va Judith, aún sudando, con la camiseta de Supersubmarina que le regalé en el último Granada Sound.
Me quedo quieto. Ellas no dicen nada y yo tampoco. Parece que a pesar de todo el reloj de mis vergüenzas no para de moverse, y llega Vanessa que ha dejado a su novio y ahora quiere estar conmigo. Y Claudia viene bailando alguna canción de Loquillo. Con Loquillo de la mano.
Me quedo mirando todos los recortes, todos los discos que tengo en mi pared y digo, hostia, qué buen fan fui. Y de repente, prendo fuego a todo y entre el humo se dibujan los rostros de Gala (rapada al 0 y con esvásticas tatuadas), Elena (escuchando alguna canción de Andrés Suárez), Inés (llenándo la memoria de mi teléfono con sus fotos) y por último, mientras arde la firma que me mandó desde Barcelona, aparece Irene. Y está tan guapa como era, aunque su rostro sea solo una acumulación de residuos de la combustión que se produce...

¿Realmente era necesario tanto daño?
Para acabar esperando a que mi novia conteste al whatsapp, hablando con la chica con la que todo pudo ser y nunca fue, acordándome de aquella con la que más tiempo pasé y de la otra que no dejó de ser la chica de mi vida...

Y mañana Catalunya puede haberle gritado a Rajoy y a Felipe que se acabó, haciendo de esta España un país nuevo. Y Sylvie, mi guitarra, está en casa de mi novia y no puedo componer. El Madrid ha empatado, y leo en el twitter del as la alegría del Villareal, que ha ganado al Atleti.
Da todo mucha, mucha pena. Pero este es mi secreto, y ni tú ni nadie lo podréis leer.
Nunca jamás.

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