martes, 6 de mayo de 2014

Naranja

Hace tiempo que no toco el blog y es que desde que reventaron la Cueva con dinamita, el Monstruo ha vivido numerosas historias. Estas historias me han marcado y muchas, puede que me hayan cambiado para siempre. Hoy os dejo una poesía. Es mi manera de retomar el blog.


Bajarás la escalera y pensarás
que te diriges al lugar donde no eres nadie.
Pero, ¿Acaso eras algo arriba?
¿Acaso no estás bajando la escalera 
que encontraste al bajar la otra escalera?

Tomas asiento, pensando que
hace ya que no ves lo azul del cielo.
Hace ya que no ves los verdes pastos.
Hace ya que sólo habitas los subsuelos.

Y el reloj echó a rodar tiempo atrás
cuando todos los segundos, placenteros
te marcaban el tic tac de cada día.
Saludaban al minuto al minutero
y a la lenta aguja chica de las horas.
Esas horas que despacio consumieron
como llamas las cenizas de una vida
de la vida adolescente de un carnero.

Cierto es que dura empieza a ser la silla
y sin quererlo ni notarlo alzo el cuello
al sonido de unos folios que transpiran
tinta azul, azul de un boli azul del cielo
(¿Ese cielo que tanto echabas de menos?)

Y siguiendo en una línea el desconsuelo
mis dos ojos recorrieron, más arriba,
los reflejos de un mechón marrón de pelo
y los labios despeinados de otra chica.

Que, ¿Quién sabe si bajaba la escalera 
o si a paso lento el viento la subía?
Que, ¿Quién sabe si cualquiera de estos días
que separan esta etapa de la eterna
cruzaría otro mechón la travesía?

¿Y la vía?
¿En que tramo estará abierta?

martes, 18 de marzo de 2014

En las colinas.

Y bien, después de un largo tiempo de abandono, retomamos el blog con mi vida en vías de remodelación. Tras salir del infierno en el que me hallaba sumido (acarreando numerosos problemas y reyertas innecesarias provocadas por personas cuya mente no da para entender lo que ven más allá de dos palmos de sus narices) y tras 5 meses, al fin soy libre y me encuentro como nuevo. Dedicándome a tragarme las asignaturas cuyos exámenes finales llegan a su fin, disfrutando con mi grupo de tardes inolvidables de Rock and Roll, pasando todo el tiempo que necesito con mis amigos y (no se si para mi gracia o mi desgracia) ¿por qué no?, volviendo a enamorarme.

Precisamente ahora, después de haber acabado mi relación más larga y batir mi anterior récord (2 meses), resulta que se bate otro récord y este no es personal. Nunca antes una persona tan especial se había cruzado en mi camino. A mis 15 años, he aprendido lo que me hace sentir bien, lo que me provoca la felicidad... Sé reconocer a las personas a las que debo acercarme y a las que no. Y resulta que en mitad de mi última misión por Joaquina Eguaras se vuelve a cruzar en mi camino una persona que antes lo hizo, cuando el Monstruo se estaba formando. Y aunque aquella vez el Monstruito pasó de largo, esta vez se ha parado en el camino:

El Monstruo había ascendido una alta montaña, que por fin comenzaba a descender. Y, descansando en la ladera, encontró una enorme Cueva. Una Cueva cuyo aroma le encendía los sentidos y le hechizaba. Una Cueva fría en verano y cálida en invierno, de esas que te acogen y te hacen sentirte en el mejor de los palacios. Una Cueva con ojos, con nariz y boca. La luna alumbraba directamente su hendidura y hacía místico el paisaje. El Monstruo quedó completamente cautivado. Descendía rápidamente, queriendo alcanzarla. Nada le importaba el cansancio de sus piernas tras la enorme cuesta ya pasada, caminaba como drogado hacia ella. Pero el Monstruo intentó controlarse, ser racional. Y quiso caminar despacio para reponer fuerzas, quiso descansar y disfrutar el placentero descenso que le dirigía a la hendidura. Gozaba del camino, pensando en lo feliz que allí sería. Y, así, el Monstruo llegaría completamente repuesto hacia aquel eclipsado paraje que ansiaba conocer.

Cada noche, el Monstruo le gruñe a la Cueva. Entonces, una ráfaga de viento atraviesa su hendidura y acaricia suavemente la horrible cara del Monstruo. Así intercambian una peculiar conversación que no hace al Monstruo más que sonreír. 


Y a pesar de mirarla con mis ojos sé que, en la noche, modela una sonrisa sobre las sombras que la luna proyecta sobre ella.

Adelante, Monstruo.

miércoles, 29 de enero de 2014

Puzzle

Una sola palabra da vida a otra entrada. Un pensamiento, una frustración. Todo emana de cuando me doy cuenta de que siempre me he sentido especial por ser diferente a los demás, alegando que el mundo aburre cuando está lleno de personas iguales. Lo que nunca llegaré a entender es por qué no puedo encajar en ese mundo. Contradictorio, ¿Verdad?

La soledad es algo que gusta tener en pequeñas dosis a lo largo del tiempo. El hecho de vivir aislado me mata poco a poco. Porque veo que, mientras dormía, han levantado un gran muro. Y ahora ni veo ni siento lo que pasa al otro lado. De vez en cuando se escucha alguna risa nerviosa, alguna voz grave o algún suspiro (¿Por qué leches suspirarán?). Sólo unas poquitas personas, lo suficientemente finas como para infiltrarse con sutileza, me acompañan en mi soledad cuando nadie mira. Se agradece tanto tenerlos al lado... Siento pena por esos falsos que poquito a poco dominan el mundo. Muchas veces me pregunto ¿Esto es nuevo o habrá ocurrido en anteriores generaciones? Puedes consumirte, a no ser que escondas tu "yo" más profundo detrás de una dura coraza de hierro y cuero.

Otra cosa que me puede: las rarezas. Sean mías (que son la gran mayoría) o de los demás ( de "la" demás).
Quizás veo el mundo de una manera muy sencilla, pero el caso es que puedo vivir en paz con la gente que lo ve igual que yo. No ponemos límites, nunca sacamos tabús de las mejores cosas de la vida. Evitamos enfados y problemas tontos, problemas fáciles de evitar usando la razón, y así nos va mucho mejor. Cuesta entender personalidades más difíciles y oscuras que la mía, personalidades que, a pesar de todo, salen a flote en esa sociedad de la que tanto me quejo y de la que tanto me gustaría formar parte.

Por último una lucha interna se debate en mi interior. Una lucha que se reanuda cada mañana y lo peor es que, sufriéndola como la estoy sufriendo, ¡No tiene que ver directamente conmigo! Y me mata. Me cuesta aceptar que los progresos no se ven a simple vista, y que esta batalla durará demasiado. Tanto, que muchas veces dudo que consiga mantenerme firme y no desistir. En mi vida de rocker las prisas siempre han sido bienvenidas y a pesar de ser un hombre pausado, no suelo perseverar demasiado en las cosas que no tienen una importancia o consistencia suficientemente fuertes como para empeñarme en conseguirlas.

Quizás lo que me mantiene no es el problema. Es la persona que hay detrás.
Quizás no me mantengo en pié yo solo. Quizás sean las poquitas personas que, de vez en cuando (y para siempre) me hacen una pequeña visita al otro lado del muro.
Y sonríen.